El domingo pasado, a pesar de la débil pero constante lluvia y de las bajas temperaturas, fuimos a dar un matutino paseo dominical.
Yo soy de los que prefiere invernar cual oso cavernario y dejar el aire fresco para las neveras, pero no quiero que mis hijos hereden mi cómoda mentalidad hedonista. Así que, muy a pesar mio, nos adentramos en las gélidas calles de Mahón hasta hacer la primera parada, y por poco última, de nuestra salida familiar.
Una trampa para niños…
Como de costumbre, mi hija corrió a columpiarse ávida de sensaciones fuertes, y logró su subidón de adrenalina al desprenderse el eslabón de una de las cadenas del cierre defectuoso que lo sujetaba y quedarse colgada con ambas manos del la otra.
Por suerte esto sucedió antes de que llegara a alcanzar su máxima altura de balanceo, porque seguramente hubiera batido un nefasta marca de longitud de lanzamiento catapultado.
Tras el susto inicial y habiendo comprobado que no había daños personales que lamentar, inspeccionamos y tomamos fotografías de los ganchos dados de si que permitían la reinserción del eslabón para volver a convertirse en una trampa urbana.
Mi hija también advirtió que otro de los columpios pecaba del mismo defecto en los agarres de ambas cadenas, como se puede ver en la foto.
En la primera imagen de este artículo he marcado con una X roja los columpios a evitar, y con una V verde los aparentemente seguros.
He buscado en la página oficial del Ayuntamiento de Mahón ( http://www.ajmao.org ) la manera de poder dar parte de este desperfecto del mobiliario urbano a los servicios de mantenimiento, pero no la he conseguido encontrar
Seguiré intentándolo…